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Relatos de nuestros voluntarios

Conoce de primera mano algunas de las historias y experiencias vividas sobre el terreno de nuestros voluntarios.

La riqueza de este ecosistema es uno de sus tesoros. El otro es su riqueza humana. Como territorio indígena protegido, sus pobladores, de diversas etnias tienen creencias difíciles e imaginar por nuestras mentes adoctrinadas a lo largo de los siglos. Su conexión con la naturaleza así como las creencias basadas en espíritus y hechizos, o el uso de productos naturales para resolver casi cualquier problema por sus propios profesionales, como sobanderos y sanadores, hacen que su universo parezca estar muy lejos del nuestro. Nada más lejos de la realidad. El contacto con las personas nos deja entrever esa riqueza, hospitalidad, respeto, agradecimiento, compromiso, fortaleza, cercanía…

Tantos motivos de elogio y tantas lecciones aprendidas hacen que me sienta muy próximo incluso ahora que estoy un poco más lejos. 

Gracias Ichoa, gracias TIPNIS, gracias a las comunidades por enseñarme tanto. 

“Vienes sin saber que vas a encontrar, protegido con un chubasquero para las inclemencias que se presenten, meteorológicas, biológicas o circunstanciales. Pero nadie te habla de que vas a encontrar cosas que traspasan, situaciones que sacan una sonrisa hasta en los peores momentos. Un sitio donde el tiempo se para y no avanza, donde lo cotidiano pierde valor y lo que tiene valor se vuelve cotidiano. Un lugar donde el más mínimo gesto de humanidad se vuelve un mundo y donde todo, absolutamente todo cobra una importancia vital. Cuando la tormenta te atrapa y te deja embobado viendo su capacidad destructiva, donde existe ese miedo por lo desconocido pero también esa expectación por conocerlo, donde existen abrazos que cargan vitaminas cuales placas solares y te sacan de las profundidades pagándote un billete al espacio y ya tú elijes si quieres volver o quedarte contemplando las estrellas mientras los mosquitos revolotean a tu alrededor y las polillas hacen con sus aleteos de abanicos improvisados. Un lugar en el que lo interesante de irse a bañar era volver más limpio de cómo te fuiste, una tarea harto complicada y digna de ser analizada por Cuarto Milenio. Un día de la marmota gastronómicamente hablando en el que el azúcar se convertía en oro blanco y servía como moneda de cambio, y en que el agua además de hidratarte te deshidrataba según que condimentos llevara y te hacía convertirte en un aquapark de barro andante, lo bueno es que no se notaba porque vivíamos en un mundo de arcilla en que todos nos movíamos lento pero caíamos rápido. Cooperantes de terracota con disciplina militar y con unos mandamientos muy claros: Ayudar, compartir y conseguir hacer feliz a gente aislada del mundo que solo quiere vivir.” 

“Maniki e Isiboro, nombres de río ya siempre ligados a nuestra memoria, regados por el Amazonas, ríos que ven pasar la vida de aquella gente encantadora en remotas comunidades a cuatro días de navegación. Recuerdo tus calles San Ignacio, tus cuadras, tus tiendas y tu gente como si hubiera regresado hace un instante de ti. Cada día que pasa es un momento de nostalgia, un deseo de volver a pisar tu tierra y apreciar esos atardeceres en la laguna y esas noches estrelladas sin luces artificiales que las incomoden. Emociona recordar esos momentos, en los que les ves marchar rumbo a sus comunidades, deseando de corazón que la vida les sonría. Momentos, miles; anécdotas, incontables; risas, muchas; emociones contenidas, a cada momento… una experiencia inigualable”

“Emprendí este sueño con la idea de que el mundo se puede cambiar, pero ahora, aquí, inmersa en lo más profundo de la selva, siento como mis fantasías occidentales se han ido hundiendo en lo más profundo del río. Las ilusiones fueron quedando atrapadas con la realidad de cada comunidad visitada. Y es que nosotros ponemos un granito de arena, pero si su sistema político no funciona correctamente, la arena se disipa con el viento. Bolivia, un país tan rico en materias primas las cuales constituyen una gran fuente de ingresos y con tan solo diez millones de habitantes, crea dentro de sus fronteras dos mundos opuestos, dos clases con marcadas diferencias sociales, la balanza se derriba por culpa del desequilibrio. Pronto vuelvo a casa, donde sé que los pensamientos se asentarán y las preguntas   entumecerán, donde el tiempo relegará mis inquietudes. Aun así, seguiré cosechando una lucha infinita, confiando mis sueños a la idea de que un pequeño grano de arena es más que suficiente si se consiguen salvar dos vidas.”

“Una experiencia increíble en todos los aspectos, tanto a nivel personal como profesional. Descubrí la valía que tienen las mujeres en la selva, cómo interaccionan con el entorno para obtener el mejor beneficio y también aprendí a discernir lo verdaderamente importante de lo banal. Si todo el mundo lo hiciera alguna vez, la realidad en la que vivimos sería otra. Recomendado no, lo siguiente. Lo considero algo básico para la gente que tenga inquietudes y ganas de ofrecer la mejor versión de ellos mismos. Gracias a Solidaridad Médica por hacerlo posible”.